(Llueve a mares y no se puede salir al exterior, pero solo dispongo de un teclado sin acentos ni ‘enhes’. Ustedes disculpen. Lo corregire al volver)
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En Constantinopla, en tiempos de Justiniano, sus habitantes se dividian entre los monofisitas y ortodoxos. Lo que diferenciaba a ambas facciones era que los monofisitas creian que Jesucristo tenia una unica naturaleza divina, mientras que los ortodoxos pensaban que su naturaleza era dual, divina y humana al mismo tiempo. Sobre estas bases los constantinoplenses se enzarzaban en furibundas discusiones que, es obvio, no podian llevarles a ningun sitio, pues ambos contendientes podian sostener sus opiniones sin el menor temor a que los contrarios se las refutasen. Quien puede demostrar que Jesucristo no posee una naturaleza divina y humana, o meramente divina. Y, ya puestos, por que no una triple naturaleza, humana, divina y de entretiempo. De hecho, entre los partidarios del Cristo de doble naturaleza enseguida surgieron discusiones acerca de la forma en que ambas se articulaban, y mientras unos decian que ambas se fundian para crear una nueva, otros sostenian que ambas conservaban su sustancia, articulandose mediante una especie de bisagras espirituales.
Con el tiempo las discusiones, aunque entretenidas, perdieron su vigor, pero el odio entre ambas facciones se mantuvo, y aun se acrecento. Por entonces estaban de moda las carreras de cuadrigas en el hipodromo, donde tambien existian dos banods, los Azules y los Rojos. Estas facciones, frente a los puramente especulativos sobre la naturaleza de Cristo, tenian la ventaja de que en ellas realmente unos ganaban y otros perdian, lo que proporcionaba alegria a unos y motivos para alimentar su odio a los otros. Asi que, como es natural, las facciones religiosas se fundieron en las deportivas: los monofisitas pasaron a ser fervientes defensores de los Azules y los ortodoxos de los Verdes.
Los habitantes de Constantinopla no vieron niguna paradoja o ironia en esta asimilacion, pues para ellos, en esencia, nada habia cambiado: continuaban existiendo los unos y los otros. Las discusiones religiosos habian servido meramente como excusa para fijar una bandera y una linea divisoria: hasta aqui llega mi tribu, a partir de ahi empieza lo malo. Las carreras de cuadrigas podian funcionar igual de bien. Lo unico real son las ganas de formar un grupo y atizarle en la cabeza al que se queda fuera. Las construcciones teoricas o religiosas no son mas que meras excusas para hacerlo con la conciencia tranquila. En la actualidad, esa funcion de cobertura la desempenhan las opciones politicas y las peliculas de Van Damme, pero de esto quizas hable manhana.
Comentarios
A ver si ahora tendré que empezar a desconfiar de Asimov, de quien he devorado sus libros sobre la República de Roma, El imperio romano, La alta edad media...
Saludos.
Ya por entonces Nike tenía intereses por allí, pues eso gritaban las multitudes.
Saludos, y corríjame lo que proceda.
En cuanto a Roma, me quedo con la trilogía de Asimov: República-Imperio-Constantinopla, pues se nota que es de ciencias.
Saludos.
Es una lástima que los profesores no les recomienden a los escolares la lectura de los libros de Asimov (de historia o de divulgación científica, todos son excelentes). Es lamentable que no recomienden lecturas en general, fuera del raquítico programa obligatorio. Un signo evidente de que ellos mismos no leen. Así nos va.