Es impresionante ver cómo en España se han ido interiorizando inadvertidamente conceptos nacionalistas, hasta el punto de que El País, un periódico de ámbito nacional (con perdón), describe con total naturalidad la imposición de una lengua a los espectadores como “normalizar la presencia del catalán en las salas”
Hay que decir, no obstante, que en el párrafo siguiente El País parece darse cuenta de que está feo exigir a las empresas que sacrifiquen las preferencias de sus clientes (aunque sea por una causa tan noble como el proyecto de Nación Catalana) y, sencillamente, niega que tales preferencias existan. En realidad, afirma el artículo, se trata de un capricho del sector del cine puesto que en Cataluña todo el mundo suspira por ver cine en catalán. ¿Y como llega El País a esa conclusión El País? Pues observando sagazmente la mayor presencia del catalán en los medios (por ejemplo en TV3 alcanza el 100%) y asumiendo que éstos reflejan la realidad social. Olvida comentar El País que esos medios en los que observa una masiva presencia catalana son los públicos, es decir, aquellos en los que ya se han sacrificado las preferencias de los que los pagan.
“La imposición de cuotas en la ley catalana del cine comporta un intervencionismo nada deseable, aunque no muy distinto del que inspira las sucesivas normas contra el consumo de tabaco en los espacios públicos”, una metáfora muy acertada porque, como todo el mundo sabe, el consumo de castellano en público es altamente nocivo y produce cáncer. “En todo caso”, termina El País virtuosamente, “el ciudadano no debe pagar los platos rotos de este desencuentro”, una frase que tiene la virtud de contradecir todo lo que previamente ha expuesto.
Hay que decir, no obstante, que en el párrafo siguiente El País parece darse cuenta de que está feo exigir a las empresas que sacrifiquen las preferencias de sus clientes (aunque sea por una causa tan noble como el proyecto de Nación Catalana) y, sencillamente, niega que tales preferencias existan. En realidad, afirma el artículo, se trata de un capricho del sector del cine puesto que en Cataluña todo el mundo suspira por ver cine en catalán. ¿Y como llega El País a esa conclusión El País? Pues observando sagazmente la mayor presencia del catalán en los medios (por ejemplo en TV3 alcanza el 100%) y asumiendo que éstos reflejan la realidad social. Olvida comentar El País que esos medios en los que observa una masiva presencia catalana son los públicos, es decir, aquellos en los que ya se han sacrificado las preferencias de los que los pagan.
“La imposición de cuotas en la ley catalana del cine comporta un intervencionismo nada deseable, aunque no muy distinto del que inspira las sucesivas normas contra el consumo de tabaco en los espacios públicos”, una metáfora muy acertada porque, como todo el mundo sabe, el consumo de castellano en público es altamente nocivo y produce cáncer. “En todo caso”, termina El País virtuosamente, “el ciudadano no debe pagar los platos rotos de este desencuentro”, una frase que tiene la virtud de contradecir todo lo que previamente ha expuesto.
Comentarios