Como es viernes tarde les voy a contar la tertulia de Julio Otero que venía escuchando en el coche.
Estaban hablando, como es habitual, de la memoria histórica y el franquismo, y uno de los contertulios, con total naturalidad, ha afirmado que Madrid es actualmente un feudo franquista, y eso explica el triunfo del PP. A continuación, entre todos le han ayudado a desarrollar una teoría según la cuál el franquismo es un cáncer que continúa corroyendo la sociedad española, lo que le impide evolucionar correctamente hacia la progresía. Para ello han establecido un paralelismo entre Alemania y España. En Alemania tuvieron a Hitler, hicieron autocrítica, y ahora son medio normales. En España tuvimos a Franco, no hemos hecho propósito de enmienda y por eso aún está el PP. Para corregir esta aberración, la existencia del PP en un país moderno, la memoria histórica es una herramienta imprescindible. Mientras tanto la voz de Julia aparecía por detrás de la de los contertulios como un jack-in-the-box “claro, claro, hay que tirar de la cadena de la historia” “si en Alemania lo han superado, aquí aún hay esperanza” etc.
Entretanto, sin falsas modestias (pues hoy era un día de sinceridades, de llamar al pan-pan y al PP franquista) otro de los contertulios ha expuesto su test de las ‘camisas pardas’ que, según él, utilizaba para analizar a los demás, y que consistía en preguntarse lo siguiente: ¿cómo habría reaccionado tal o cual en la Alemania de 1933? Pero un momento ¿se aplicaba a sí mismo el contertuliano el test, del mismo modo que Deckard debió haberse aplicado el test Voight-Kampff? No hace falta, aclaró el mismo con orgullo, pues él había estado en la oposición en los últimos años del franquismo, y por tanto ya había demostrado todo lo que tenía que demostrar.
Y así continuaba la cosa, con los contertulios exhibiendo alegremente unos sentimientos ferozmente antidemocráticos, que los inducían a intentar racionalizar sus intentos de privar de legitimidad democrática a la mitad del censo electoral, cuando han comenzado las llamadas de los oyentes. Y la cosa no ha ido bien. Uno de ellos les ha acusado de fomentar el rencor, ante lo que Julia ha reaccionado abriendo mucho los ojos (sí, ha sido visible a través de la radio) y diciendo ¿Cómo es posible que a mi, precisamente a mi, me puedan acusar de fomentar el rencor? Y la cosa ha terminado cuando ha entrado una última llamada de un votante del PP de Madrid para criticar (muy suavemente, con simpatía) al que había formulado la teoría del neofranquismo madrileño, momento en que Julia ha reconocido que la identificación PP-franquismo no era del todo cierta. Pues bien, este tertuliano, que se había permitido identificar al PP con Franco (posteriormente identificado con Hitler) ha reaccionado con una gran virulencia denunciando que los oyentes tenían que acostumbrarse a escuchar opiniones contrarias sin ponerse a insultar.
Y esto ha sido todo.
Estaban hablando, como es habitual, de la memoria histórica y el franquismo, y uno de los contertulios, con total naturalidad, ha afirmado que Madrid es actualmente un feudo franquista, y eso explica el triunfo del PP. A continuación, entre todos le han ayudado a desarrollar una teoría según la cuál el franquismo es un cáncer que continúa corroyendo la sociedad española, lo que le impide evolucionar correctamente hacia la progresía. Para ello han establecido un paralelismo entre Alemania y España. En Alemania tuvieron a Hitler, hicieron autocrítica, y ahora son medio normales. En España tuvimos a Franco, no hemos hecho propósito de enmienda y por eso aún está el PP. Para corregir esta aberración, la existencia del PP en un país moderno, la memoria histórica es una herramienta imprescindible. Mientras tanto la voz de Julia aparecía por detrás de la de los contertulios como un jack-in-the-box “claro, claro, hay que tirar de la cadena de la historia” “si en Alemania lo han superado, aquí aún hay esperanza” etc.
Entretanto, sin falsas modestias (pues hoy era un día de sinceridades, de llamar al pan-pan y al PP franquista) otro de los contertulios ha expuesto su test de las ‘camisas pardas’ que, según él, utilizaba para analizar a los demás, y que consistía en preguntarse lo siguiente: ¿cómo habría reaccionado tal o cual en la Alemania de 1933? Pero un momento ¿se aplicaba a sí mismo el contertuliano el test, del mismo modo que Deckard debió haberse aplicado el test Voight-Kampff? No hace falta, aclaró el mismo con orgullo, pues él había estado en la oposición en los últimos años del franquismo, y por tanto ya había demostrado todo lo que tenía que demostrar.
Y así continuaba la cosa, con los contertulios exhibiendo alegremente unos sentimientos ferozmente antidemocráticos, que los inducían a intentar racionalizar sus intentos de privar de legitimidad democrática a la mitad del censo electoral, cuando han comenzado las llamadas de los oyentes. Y la cosa no ha ido bien. Uno de ellos les ha acusado de fomentar el rencor, ante lo que Julia ha reaccionado abriendo mucho los ojos (sí, ha sido visible a través de la radio) y diciendo ¿Cómo es posible que a mi, precisamente a mi, me puedan acusar de fomentar el rencor? Y la cosa ha terminado cuando ha entrado una última llamada de un votante del PP de Madrid para criticar (muy suavemente, con simpatía) al que había formulado la teoría del neofranquismo madrileño, momento en que Julia ha reconocido que la identificación PP-franquismo no era del todo cierta. Pues bien, este tertuliano, que se había permitido identificar al PP con Franco (posteriormente identificado con Hitler) ha reaccionado con una gran virulencia denunciando que los oyentes tenían que acostumbrarse a escuchar opiniones contrarias sin ponerse a insultar.
Y esto ha sido todo.
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