En 1985 una revista soviética ‘recogió’ una noticia publicada por el diario de Nueva Delhi The Patriot en la que se afirmaba que el SIDA era una creación del Pentágono, conseguida dentro de un programa de investigación de armas biológicas. Según Revel The Patriot era un periódico propagandístico prosoviético, y todo parece indicar que el artículo se lo habían suministrado los propios servicios de información rusos puesto que, cuando la revista soviética publicó el artículo haciendo referencia a la noticia de The Patriot ésta aún no se había publicado. Posiblemente el artículo y las instrucciones se habían suministrado simultáneamente a ambas publicaciones, pero The Patriot había sufrido un cierto retraso.
El caso es que la ‘noticia’ fue recogida con entusiasmo por los Rauni Kilde de turno y se propago rápidamente. Periódicos serios como el Estado de Sao Paulo la divulgaron y, basándose en ella, se elaboró un grueso informe ‘ciéntífico’, abundante en gráficos, cifras y diagramas, en el que se establecía sin lugar a dudas que el origen del virus podía situarse en los experimentos realizados en los laboratorios de Fort Detrick, en Maryland. El informe fue presentado en la cumbre de los países no alineados celebrada en 1986 en Zimbabwe, y estaba firmado por los doctores Jacob y Lilli Segal del Instituto Pasteur de París. Preguntado el instituto al respecto, denegó conocer la existencia de los mencionados investigadores, que finalmente fueron localizados en Alemania del Este. El Estado de Sao Paulo rectificó honestamente su noticia previa, y la atribuyó a falsas informaciones procedentes de la URSS, pero la información no se suministró a los países no alineados que habían recibido el informe. Mientras tanto Pravda publicaba una noticia en la que afirmaba que según científicos occidentales el Pentágono era el responsable del SIDA. En 1989 Cambio 16 aún recogía el famoso informe, y hacía referencia al doctor Segal.
Obsérvese que en todo este asunto hay una parte consciente e interesada, en este caso la URSS deseosa de desprestigiar a los norteamericanos, y una parte inconsciente (pero también interesada), que se limita a prestar un armazón mental (de ideología, temores y odios) idóneo para que encaje el relato fantástico. Estos últimos son inmunes al desenmascaramiento de la patraña por la vía del razonamiento y los hechos, y, como mucho, se limita a replegarlos en sus subconscientes a la espera de volver a aflorar bajo formas más propicias (los que en algún momento han defendido que los americanos no llegaron a la Luna ‘saben’ que, en el fondo, tienen razón)
El caso es que la ‘noticia’ fue recogida con entusiasmo por los Rauni Kilde de turno y se propago rápidamente. Periódicos serios como el Estado de Sao Paulo la divulgaron y, basándose en ella, se elaboró un grueso informe ‘ciéntífico’, abundante en gráficos, cifras y diagramas, en el que se establecía sin lugar a dudas que el origen del virus podía situarse en los experimentos realizados en los laboratorios de Fort Detrick, en Maryland. El informe fue presentado en la cumbre de los países no alineados celebrada en 1986 en Zimbabwe, y estaba firmado por los doctores Jacob y Lilli Segal del Instituto Pasteur de París. Preguntado el instituto al respecto, denegó conocer la existencia de los mencionados investigadores, que finalmente fueron localizados en Alemania del Este. El Estado de Sao Paulo rectificó honestamente su noticia previa, y la atribuyó a falsas informaciones procedentes de la URSS, pero la información no se suministró a los países no alineados que habían recibido el informe. Mientras tanto Pravda publicaba una noticia en la que afirmaba que según científicos occidentales el Pentágono era el responsable del SIDA. En 1989 Cambio 16 aún recogía el famoso informe, y hacía referencia al doctor Segal.
Obsérvese que en todo este asunto hay una parte consciente e interesada, en este caso la URSS deseosa de desprestigiar a los norteamericanos, y una parte inconsciente (pero también interesada), que se limita a prestar un armazón mental (de ideología, temores y odios) idóneo para que encaje el relato fantástico. Estos últimos son inmunes al desenmascaramiento de la patraña por la vía del razonamiento y los hechos, y, como mucho, se limita a replegarlos en sus subconscientes a la espera de volver a aflorar bajo formas más propicias (los que en algún momento han defendido que los americanos no llegaron a la Luna ‘saben’ que, en el fondo, tienen razón)
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