Ana y yo estábamos en nuestra casa, que no coincidía con la que habitamos en la realidad: era, más bien, la de unos parientes en Zaragoza, aunque con una terraza mucho más grande. Un día aparecía Steve McQueen, e inmediatamente nacía una recíproca corriente de simpatía, a pesar de que tenía la desagradable costumbre de poner los pies calzados con botas encima de los sofás. La simpatía no provenía del hecho de tratarse de Steve McQueen, pues dentro del sueño no éramos conscientes de esta cualidad o, más bien, era irrelevante. El caso es que, como teníamos una habitación libre, se la cedíamos. A partir de ese momento las cosas se torcían. Para empezar, Steve McQueen permanecía continuamente recluido en su cuarto, pero nosotros comenzábamos a percibir sutiles diferencias en otras habitaciones, e incluso evidentes daños, que necesariamente eran imputables a él. Además, McQueen comenzaba a recibir continuamente visitas que, en realidad, parecían revestir un cierto carácter de peregrinación. Conviene describir el aspecto de los peregrinos. Eran jóvenes, aunque limpios, con el pelo largo y la vestimenta cuidadosamente descuidada. Un buen día llegábamos a casa y la encontrábamos completamente abarrotada. Y, a todo esto, McQueen continuaba sin dar señales de vida. Enfadado, me dirigía a su cuarto, que casi desde el comienzo había permanecido cerrado. McQueen abría la puerta, y de este modo se revelaba cuál había sido su tarea secreta: había estado pintándolo. Los frescos recordaban el estilo de David Hockney, pero el efecto era absolutamente cautivador. Por otra parte, los visitantes habían comenzado a decorar el resto de las habitaciones, con los mismos impactantes resultados. Además, habían organizado una larga mesa en la terraza, y se encargaban de proporcionar comida a un ritmo ininterrumpido. Nosotros estábamos encantados, y nos acoplábamos al ritmo de comidas. Recibíamos, además, continuas visitas de nuestros amigos, que se maravillaban del avance de los trabajos. Un buen día nos levantábamos y comprobábamos que la obra había finalizado, y que McQueen y sus amigos habían desaparecido, aunque dejando todo en perfecto orden.
« Es lamentable la falta de interés de la justicia y de la derecha para que haya mecanismos para reparar estos delitos de lesa humanidad . El PSOE debe sumarse a este esfuerzo ». Los delitos de lesa humanidad a los que se refiere Enrique Santiago son los «bebés robados» del franquismo, y el esfuerzo que requiere del PSOE es seguir adelante con la proposición de ley presentada en 2020 en Cortes por ERC, PSOE y Podemos, Bildu y Baldo(ví), y que lleva atascada desde entonces. La exposición de motivos de la empantanada iniciativa nos cuenta esta historia. Queridos niños… « Durante décadas, y hasta etapas muy próximas, en España se ha producido, amparada en la impunidad, una de las mayores atrocidades que ha vivido nuestro país. Un número inmenso de niños fueron sustraídos en cárceles, clínicas y maternidades, y sus familias biológicas siguen sin saber su paradero a día de hoy ». No me dirán que no es una historia tremenda, y que la desolación de Enrique Santiago no está justificada. Se tr
Comentarios