Este artículo de José Luis Barbería es excepcional, y descubre que en el basurero moral e intelectual que es ETA puede florecer un nuevo género, la tragedia bufa, que se produce cuando la fantasía en la que viven los criminales entra en contacto con el mundo real.
Todo empieza cuando un funcionario de ETA escribe una carta, muy cortés, a Chiqui Beguiristain. Su intención es bondadosa: pretende tranquilizarlo y asegurarle que la banda, en contra de la información que ha aparecido en unos papeles incautados por la policía, no tiene preparado nada (por ejemplo, un secuestro) contra él. Ahora bien, continúa la carta, la lucha por la libertad del pueblo vasco tiene sus costes, y, en este sentido, le estarían muy agradecidos si realizara una aportación, por supuesto voluntaria, de, digamos, ni para ti ni para mí, 6.000 eurillos. La carta finaliza ceremoniosamente con fórmulas del tipo Dios guarde a usted muchos años, gora ETA etc.
En la cárcel de Soto del Real se encuentra la cuñada de Beguiristain. Está, según sus palabras, secuestrada en las garras del enemigo, que la ha encarcelado pretextando una serie de minucias entre las que se encuentra el asesinato de Ernest Lluch. Y está muy enfadada porque la carta de ETA ha llegado a su madre, que también lo es de la mujer de Beguiristain, y a pesar de su tono campechano la ha asustado profundamente. Es una mujer mayor, y ya se sabe lo miedosas que se vuelven. El caso es que la cuñada escribe una carta a ETA en la que exige una condición doble a la banda: que deje de pedir dinero a su familia, que, a fin de cuentas, es abertzale, y que proceda a “pedirle excusas oficiales a mi madre y explicarle que no son personas sin corazón” (sic). En caso de que su solicitud no sea atendida, afirma la cuñada, se cargará al responsable de la carta (quizás arrancándole el corazón). Esta segunda carta también finaliza de forma modosa: un sin más se despide acompañado de una consigna revolucionaria.
Ahora es el turno de enfadarse para el probo funcionario de ETA que había redactado la carta original. Joder, les mandas una carta correctísima y mira cómo se ponen. Muy bien, pues ahora mismo le mando otra carta a Beguiristain para aclararlo todo. En la carta le recuerda la petición de dinero anterior, y le aclara que “no es nuestro problema corregir las malvadas y erróneas interpretaciones de nuestras acciones”. Esperando recibir noticias, sin más se despide.
La nueva carta deja a la madre sumida en la desesperación, por lo que la cuñada acaba intuyendo que en las cartas de extorsión “aunque sea implícitamente, hay una amenaza si no se paga”. A continuación reorienta el tono de la negociación hacia la persuasión, haciéndoles ver que “los hay más ricos que mi familia a montones”. Y además “sin familiar represaliado” como ella. Acaba despidiéndose con la misma consigna revolucionaria. . No sé cómo termina la obra.
Todo empieza cuando un funcionario de ETA escribe una carta, muy cortés, a Chiqui Beguiristain. Su intención es bondadosa: pretende tranquilizarlo y asegurarle que la banda, en contra de la información que ha aparecido en unos papeles incautados por la policía, no tiene preparado nada (por ejemplo, un secuestro) contra él. Ahora bien, continúa la carta, la lucha por la libertad del pueblo vasco tiene sus costes, y, en este sentido, le estarían muy agradecidos si realizara una aportación, por supuesto voluntaria, de, digamos, ni para ti ni para mí, 6.000 eurillos. La carta finaliza ceremoniosamente con fórmulas del tipo Dios guarde a usted muchos años, gora ETA etc.
En la cárcel de Soto del Real se encuentra la cuñada de Beguiristain. Está, según sus palabras, secuestrada en las garras del enemigo, que la ha encarcelado pretextando una serie de minucias entre las que se encuentra el asesinato de Ernest Lluch. Y está muy enfadada porque la carta de ETA ha llegado a su madre, que también lo es de la mujer de Beguiristain, y a pesar de su tono campechano la ha asustado profundamente. Es una mujer mayor, y ya se sabe lo miedosas que se vuelven. El caso es que la cuñada escribe una carta a ETA en la que exige una condición doble a la banda: que deje de pedir dinero a su familia, que, a fin de cuentas, es abertzale, y que proceda a “pedirle excusas oficiales a mi madre y explicarle que no son personas sin corazón” (sic). En caso de que su solicitud no sea atendida, afirma la cuñada, se cargará al responsable de la carta (quizás arrancándole el corazón). Esta segunda carta también finaliza de forma modosa: un sin más se despide acompañado de una consigna revolucionaria.
Ahora es el turno de enfadarse para el probo funcionario de ETA que había redactado la carta original. Joder, les mandas una carta correctísima y mira cómo se ponen. Muy bien, pues ahora mismo le mando otra carta a Beguiristain para aclararlo todo. En la carta le recuerda la petición de dinero anterior, y le aclara que “no es nuestro problema corregir las malvadas y erróneas interpretaciones de nuestras acciones”. Esperando recibir noticias, sin más se despide.
La nueva carta deja a la madre sumida en la desesperación, por lo que la cuñada acaba intuyendo que en las cartas de extorsión “aunque sea implícitamente, hay una amenaza si no se paga”. A continuación reorienta el tono de la negociación hacia la persuasión, haciéndoles ver que “los hay más ricos que mi familia a montones”. Y además “sin familiar represaliado” como ella. Acaba despidiéndose con la misma consigna revolucionaria. . No sé cómo termina la obra.
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