Comentarios al artículo de Alberto López Basaguren, catedrático de Derecho Constitucional de la UPV, publicado hoy en El País.
También en Quebec, por lo que se deduce del artículo, los que se oponen a los separatistas están permanentemente a la defensiva, teniendo que justificar la evidencia de que su oposición no implica un comportamiento antidemocrático. Por eso el líder liberal Stéphane Dion establece la necesidad de decir, sin complejos, que nada justifica la separación de Quebec de Canadá, y propone invertir la carga de la prueba de las bondades del nacionalismo dejando “a los dirigentes separatistas que nos demuestren que estamos en un error. Dejémosles que convenzan a la gente de la conveniencia de hacer algo tan triste y radical como convertir a ciudadanos en extranjeros".
Sin embargo, mientras que, según el artículo, en Québec son los separatistas los que juegan con el significado de las palabras para ocultar su voluntad secesionista, aquí es el Presidente Zapatero el que ha acostumbrado a desproveer de contenido a los conceptos para ponerlos al servicio de su política. Así para Zapatero nación es una palabra hueca, un concepto “discutido y discutible”. Nación, nacionalidad, comunidad... ¿qué mas da?
Esto les viene muy bien a los nacionalistas, para los que el concepto de nación es bastante claro, y define una secuencia con tres hitos fundamentales: diferenciación, privilegio y secesión. El último de los hitos, la secesión, puede producirse o no, pero basta su mera posibilidad para afirmar la desigualdad y el privilegio. De forma cruda, la política nacionalista podría formularse de la siguiente manera: “Nosotros somos nación. Somos, por la tanto, diferentes de vosotros (y, se entiende, mejores). Hasta ahora hemos estado embarcados a la fuerza en vuestro triste proyecto común. A partir de ahora, si queréis que continuemos, tendréis que pagar” ¿No es esta la esencia del nacionalismo asimétrico?
Comentarios